La historia del diamante
Si desea comprar un diamante para un compromiso u otra pieza de joyería, quizá sienta curiosidad por conocer los orígenes y la historia de esta querida gema.
El exquisito esplendor del diamante y su simbolismo a través de culturas y continentes. A lo largo de la historia, los diamantes fueron considerados bellos objetos de deseo, asociados al romance y al amor eterno. Ha cautivado a las civilizaciones antiguas, al igual que sigue encantándonos hoy en día.
La palabra "diamante" deriva del griego "adamas" o inconquistable o irrompible. Esto puede implicar que el diamante no puede poseerse realmente y que sobrevivirá a todos aquellos que los posean. O puede representar una fuerza duradera.
Un diamante tiene que pasar por todo un proceso antes de llegar a sus manos. Los diamantes se formaron en las profundidades de la Tierra, a unos 160 kilómetros por debajo de la superficie, en los primeros dos mil millones de años de existencia de la Tierra. Esta región del manto superior terrestre es extremadamente caliente, y es precisamente esta combinación de alta presión y alta temperatura la que permite la formación de cristales de diamante. Las gemas preciosas salen a la superficie a través de una violenta erupción volcánica muy profunda. A continuación, la naturaleza o el hombre lo sacan de su escondite, tras lo cual es hendido, tallado y pulido hasta que brilla la radiante belleza del diamante.
¿Cuándo comenzó nuestro amor por los diamantes?
Los historiadores sugieren que la historia de amor del mundo con los diamantes comenzó en la India ya en el siglo IV a.C. En aquella época, estas gemas preciosas se recogían en los ríos y arroyos del país y se vendían a las clases adineradas de la India. Muchos siglos después, en la Edad Media, estos diamantes en bruto, sin pulir ni tallar, llegaron a Europa Occidental en las caravanas que viajaban a los mercados de Venecia, que también es el lugar donde comenzó la talla de diamantes.
La demanda de estas gemas encantadoras aumentó considerablemente. A finales del siglo XIV, la ruta del comercio de diamantes se dirigía a Brujas y París, y más tarde a Amberes. Los diamantes se convirtieron en símbolos de estatus y poder entre reyes y reinas y, a principios del siglo XV, se convirtieron en accesorios de moda entre la élite europea, donde los miembros de la aristocracia estaban deseosos de llevar diamantes como símbolo de riqueza.
Hacia 1700, el suministro de diamantes de la India empezó a declinar y pronto fue sustituido por Brasil, donde se descubrieron importantes yacimientos de diamantes. Brasil dominó el mercado del diamante durante más de 150 años, hasta la década de 1870, cuando importantes hallazgos en Sudáfrica marcaron un aumento espectacular de la oferta de diamantes.
El descubrimiento de yacimientos de diamantes en Sudáfrica hizo que el diamante pasara de ser una gema rara a estar al alcance de cualquiera que pudiera permitírselo. En 1871, por primera vez, los diamantes superaron el millón de quilates anuales. A partir de ese momento, los diamantes se producirían a un ritmo prodigioso.
La producción anual de diamantes de la India en el siglo XVI era de 50.000 a 100.000 quilates y en la década de 1870, la producción anual de diamantes en bruto seguía estando muy por debajo del millón de quilates. En la década de 1920, la cifra rondaba los 3 millones de quilates, y siguió aumentando, hasta el punto de que hoy producimos más de 100 millones de quilates al año.
Los diamantes se extraen en unos 25 países de todo el mundo. Entre los principales productores se encuentran Australia, Botsuana, Rusia, la República del Congo (Zaire) y, por supuesto, Sudáfrica, el mayor productor, tanto en cantidad como en valor.
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